24 de noviembre de 2008. Un día como otro cualquiera, pero de alguna manera diferente, especial. La melancolía me envuelve. La nieve cubre de un manto blanco los montes de este país en el que habito y el cálido e inusual otoño da paso a una fría estación, ya ha llegado el invierno. Justo dentro de un mes estaremos entrando en mi época favorita del año: NAVIDAD. Los anuncios tratan de adelantarlo para que el consumismo se apodere de nosotros pero este año la palabra crisis está tan presente en nuestras vidas que parece complicado disfrutar de los turrones, los regalos y los gastos extras que sin darnos cuenta nos rodean en esas fechas, que si un regalito para el amigo invisible, un detalle para los compañeros del trabajo, unas flores para mi amor, mi economía sufre un revés y al mismo tiempo mi alegría se dispara. Sólamente con estar cerca de mis seres queridos tengo suficiente.No todo se puede comprar. Afortunadamente. Me muero de ganas de despertarme el día de Navidad y pasar el día con mi familia, ir a pasear con mis primas junto al mar, preparar los canapés mientras picamos de esto y de aquello, el flan más bueno del mundo(el que prepara cada año mi tía como postre y que es sencillamente delicioso), y sentarnos luego junto a la chimenea con mi boli(mi abuela) mientras observo como poco a poco se van sonrojando sus mejillas gracias a un cálido fuego y a una buena conversación, hasta que por fin nos vamos a casa, sonrientes, con el recuerdo de un día inolvidable. Para mí una Nochevieja no necesita más que 12 uvas y una buena compañía que te haga reir. Voy contando los segundos, las horas, los días, las semanas, justo un mes, que me separa de la noche más bonita del año: NOCHEBUENA.
¿Os he contado que soy una persona MUY NAVIDEÑA?
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